Como sugerencia musical, he elegido esta:
FIELDS OF THE NEPHILIM-Psychonaut Demo (1989)
Que lo disfrutéis.
SUPERLUNA
Estábamos agotados. Mi compañero y yo no cesábamos de sudar
sin parar, como si hubiéramos corrido una maratón, resollando como caballos.
Miramos la tenebrosa pantalla de oscuridad que se cierne
sobre las marismas del Guadalquivir tras cada crepúsculo, cuando el sol ha
partido, cuando el mundo entero calla, y parece que se abren las tumbas y salen
los muertos de su interior para adueñarse de lo que un día fue suyo.
El que no ha pasado una noche en medio de esas tinieblas,
rodeado de sombras que crecen y menguan adquiriendo apariencias
tridimensionales, con miles de extraños ruidos cruzando la noche desde
cualquier dirección,… Quien no ha vivido eso no sabe lo que es el miedo.
Se abrió el cielo, mostrando una enorme luna rojiza que nos
alumbraba con su fantasmagórica luz desde las alturas. Según venían anunciando
los meteorólogos, la noche del 27 al 28 de septiembre de 2015, habría una
superluna con eclipse total.
Hasta aquel momento no me había acordado.
Nos miramos en silencio, sin decirnos absolutamente nada.
Los ojillos de hurón de mi binomio me hablaron sin pronunciar palabra alguna. Yo
asentí.
Al unísono, sacamos nuestras armas. La mía, además, tenía
acoplada la sujeción para linternas, así que encendí la antorcha de luz que,
pese a ser de luz LED, parecía incapaz de disolver la pegajosa y terrible
oscuridad que nos rodeaba.
La luz iba a delatar nuestra posición, pero avanzar a ciegas
por la marisma, sin un sistema de iluminación era un verdadero suicidio, y la
DGP no me paga lo suficiente como para que tenga la peregrina idea de
suicidarme en estos pantanos.
A cada paso que dábamos, las cañas y la vegetación crujía
bajo nuestros pies, y cientos de criaturas que nuestros ojos no podían captar
se iba apartando, escurriéndose ruidosamente por entre la maleza, haciéndola
vibrar a su paso, hasta terminar en un lúgubre chapoteo en las oscuras y frías
aguas del serpenteante meandro del Guadalquivir.
La casona se dibujaba nítidamente, pero sus volúmenes
parecían variar a simple vista, lo que achaqué a la ausencia de suficiente luz,
lo que estaba enloqueciendo a mis pupilas, además de las radiaciones del cuerpo
celeste, extraño todo él, suspendido en el cielo de la Sevilla más profunda y
desconocida.
Llegamos a la puerta, una boca negra como el infierno,
desdentada y pestilente, en cuyo interior no se veía nada. Nos situamos cada
uno a un lado, pendientes de cualquier ruido que pudiera escapar del interior y
advertirnos de los movimientos de los ocupantes.
Nada, sólo el silencio de la noche y los ruidos del cenagal.
Nos miramos. Mi compañero me hizo una señal con la cabeza, a
la que yo respondí asintiendo en silencio.
Entré como un búfalo, el arma por delante, como tantas veces
había entrenado en los cursos y en la soledad de mi piso. Una rápida parada por
las paredes desnudas, por la estancia vacía, por el techo desvencijado. Todo era
pestilencia a moho y a putrefacción.
Por los suelos, restos de comida cubierta de hongos, gusanos
y alguna rata de brillantes ojos oscuros que agitaba el hocico con rapidez,
excitadas por nuestra presencia, y que no tardaron en desaparecer en la noche. Botellas
vacías. Colillas de canutos y trozos quemados de papel de plata. Incluso alguna
jeringuilla oxidada con la promesa del tétanos inscrita en caracteres
invisibles sobre su superficie.
En mitad de la sala, resaltando entre las sombras y las
paredes recubiertas de grafitis de letras ilegibles y caracteres ocultistas, se
encontraba Vero.
Yacía tendida sobre una desvencijada mesa, con los brazos
oscilando en el vacío, el pelo sucio y empapado en el alcohol del charco sobre
el que reposaba su cabeza. Botellas con algunos restos de licor, una de ellas
tendida de costado, de la que había manado el líquido que sobre el que flotaban
los mechones de la mujer.
La mirada opaca, los párpados entreabiertos. Los labios
suavemente separados mostrando una hilera de dientes amarillentos y las mellas
inconfundibles.
No respiraba.
Habíamos llegado tarde.
–¡Mierda! –maldije, enfocando a mi alrededor.
Entonces mi mirada captó algo: una suave columna de humo que
ascendía lenta y penosamente de la cabeza inerte de la drogadicta. Por el olor,
inconfundiblemente, era heroína, pero había un aroma mucho más fuerte que
llegaba a eclipsarla por momentos.
Mi mente trabajó deprisa: la dosis estaba adulterada. Se la
ofrecerían como pago por sus servicios sin saber que estaba firmando
voluntariamente su propia sentencia de muerte.
Y, sí había humo, eso quería decir que no hacía mucho que
había muerto, con lo que, siguiendo el hilo deductivo de la cosa…
… teníamos todas las papeletas para que el tipo aún se
encontrase cerca, quizás escondido en algún rincón de la casa.
Un crujido sonó a mis espaldas. Separé los labios para
compartir la información con mi binomio, pero un fuerte impacto nubló mis
sentidos y me hizo caer de rodillas. Un segundo golpe, esta vez en la cara, me
hizo caer de costado.
Instintivamente, completamente aturdido, busqué colocarme
bocarriba para tratar de defenderme, pero no lograba coordinar mis miembros.
Una figura se recortó ante mis ojos. Era alta y de
apariencia poderosa, con una cabeza informe de la que salían dos cuernos, o
algo similar, como un windigo o un minotauro, pero mis ojos no podían enfocarlo
mejor.
Tragué saliva y me dispuse a morir, aunque vendiendo caro mi
final.
Aquella cosa se acercó a mí, acrecentándose a cada paso que
daba. Entonces una voz proifunda e intensa estalló, retumbando por toda la
estancia:
–¡Quieto, o te frío los sesos, pollopera!
Mi compi se había situado a sus espaldas y en diagonal, y lo
encañonaba a la sien con su pistola. Quise advertirle de que diera un paso
atrás y mantuviera distancia de seguridad, pero fue tarde.
Mi agresor se dio la vuelta tan rápido que no lo vi, y lo
siguiente que mis ojos enfocaron fue que estaban forcejeando. Al cabo de un
instante, lanzó al viejo policía por encima de su cuerpo, con una proyección de
cadera que me pareció de una ejecución perfecta.
Con el cuello dolorido, giré la cabeza en busca de mi
pistola. El haz de luz que manaba de la linterna LED me indicó dónde se
encontraba y, con un esfuerzo infinito, comencé a reptar hacia ella.
Sin pensar en nada más, la tomé entre mis manos temblorosas
y me giró todo lo rápido que fui capaz, buscando a la criatura fantasmagórica,
al hombre que nos venía aterrando hasta formar parte de nuestras pesadillas
cada noche.
El círculo de luz recorrió la estancia, y descubrí mi error:
un tabique que se había confundido con una de las esquinas de la habitación, un
trampantojo que me había engañado y que nos podía costar la vida a los dos.
Lo iluminé en el momento en que su mano, armada con la
pistola de mi compañero, le apuntaba directamente a la cabeza. Sin vacilar ni
un solo instante, disparé de manera instintiva.
Un relámpago iluminó toda la sala durante una fracción de segundo. El cuerpo se le estremeció y trastabilló de lado, dejando caer la pistola al suelo. Torpemente, pero sacudido por una rabia brutal que me confería nuevas fuerzas, logré incorporarme y lanzarme contra él, propinándole un placaje digno del Torneo Cinco Naciones.
Salimos los dos disparados en la dirección de mi
trayectoria, cayendo él a un par de metros de mí. Comenzamos a levantarnos y,
cuando ya estábamos de rodillas, sus manos asieron con fuerza el brazo con el
que sostenía mi arma.
El puño izquierdo describió un arco perfecto en paralelo al
suelo que se estrelló contra su mandíbula, lanzándolo hacia detrás. Se revolvió
con rapidez sobre el polvo del suelo y salió corriendo a la oscuridad de la
noche.
Antes de confundirse en la noche, se giró y me dedicó una mirada cargada de odio. Aquellos ojos brillaron malignos a la luz de la superluna un instante antes de que retornaran las tinieblas, como si el satélite selenita estuviera compinchado con él para ayudarle a escapar.
Alcé el arma, encarando las tinieblas, apuntando en dirección a los lugares de los que creía que surgían los ruidos de pisadas y vegetación quebrándose, pero ni la linterna LED pudo disipar la densa oscuridad que se cernió sobre nosotros.
A mi lado, saliendo de la bruma de mi aturdimiento, apareció
la figura de mi compañero que encañonaba la noche con su pistola.
Reparé en que portaba su arma particular, no la
reglamentaria.
–¿Has cogido tu pipa, o se la ha llevado él? –le pregunté.
Por toda respuesta, y sin dejar de escrutar las tinieblas
con sus ojillos, alzó un poco el arma que tenía en su mano derecha.
–Era esta –explicó–. Lo que pasa es que no conoce esta
cacharra. De lo contrario, sabría que, si la coges mal, activas un seguro que
tiene y que no te permite efectuar el disparo.
Sonreímos los dos, aliviados.
A nuestras espaldas, el cadáver de Vero se iba enfriando
lentamente mientras, procedentes de mil lugares distintos, los tétricos sonidos
de las formas de vida que habitaban el meandro iban creando una macabra marcha
fúnebre por el alma de aquella infeliz.
Arriba, en las alturas, la superluna se iba difuminando en el eclipse total que la devoraba lentamente, adquiriendo una apariencia inquietante, como una moneda que la Parca estuviera lanzando al aire para decidir por azar los hados del mundo.
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Javier LOBO. Todos los derechos reservados.
Me ha gustado mucho Javier. ¿Cómo sigue la historia? Quiero más...
ResponderEliminar¡Vaya!... ha sido de un tirón y sin parpadear, me has dejado atónita, es un relato hecho a conciencia para que todos estemos en tensión hasta el último momento. Y por lo que parece, no acaba aquí... o si?
ResponderEliminarBuenísimo :D soy Betty Vázquez
ResponderEliminarExcelente relato ...
ResponderEliminarVaya. Qué imaginación. Madre mía. Si si. Queremos saber.
ResponderEliminarIncreible descripciones te enganchan. Me gusta
ResponderEliminarMuy bueno, espero leer la historia completa...Me has dejado intrigada.
ResponderEliminarMuy bueno, nos dejas con ganas para comprar esa novela.. Besos y suerte!!
ResponderEliminarSi te apetece, si me la envías en pdf te hago una reseña. Hecha un vistazo en https://elpoderdelasletras.wordpress.com/2016/08/08/hasta-el-tuetano-juan-cabezuelo
Hay más reseñas de otros compañeros. Si te decides sonrisasdecamaleon@gmail.com
Una vez más me dejas admirado, gran narración. Felicidades.
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